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La mujer y los vínculos amorosos

Vivimos en una sociedad patriarcal. Es así y no quiero parecer demasiado feminista. Es una realidad que la sociedad actual se encuentra aún prejuiciada frente a las capacidades de las mujeres y, por si fuera poco, somos nosotras quienes nos terminamos creyendo el asunto. Esto se termina reflejando en las relaciones amorosas.

Tod@s sabemos que cuando las personas establecen relaciones, llevan a ellas una serie de "aportes" entre los que se suman las experiencias anteriores, sean buenas o perjudiciales. Por un lado, en una relación, lo lógico resulta que sea la mujer quien aporte la ternura, el cariño, las demostraciones afectivas "todo-terreno" y la paciencia. Al hombre se le ha conferido aportar la fortaleza, el reposo, la protección y la seguridad. Y en teoría, así funciona una relación amorosa.

¿Pero cuanto de esto se cumple realmente?

Me van a decir que biológicamente, el hombre, está más que capacitado para realizar lo que describí ahí. Es a él a quien se le pide el bajar las escaleras si se escucha un ruido, matar al ratón tenebroso, defendernos de los ladrones callejeros, de los "mano-largas" abusivos, de los insultos, de las malas acciones y malas miradas; invitarnos al cine, a comer, a tomar aire, eso sí "pay-off" por parte de nosotras: él tiene que arreglárselas, porque "qué mal se va que sea la chica que pague"

Y habrán los hombres generation-next, como la pepsi cola, que pedirán iguales condiciones externas; es decir, que el gasto sea equitativo, un día tú un día yo, o el famoso 50-50. También ahora prefieren que no se les pida que abran las puertas para que entremos nosotras, no andar peleando en la calle salvo lo necesario y que si viene un ladrón, sean los dos los que o se dejen robar o salgan corriendo en dirección contraria.

Así como hay hombres pro-ximo nivel, estamos las mujeres que esperamos una relación diferente, donde sea el hombre quien aporte también una cuota de cariño, con demostraciones públicas incluidas, además de que sepa lavar platos, hacer arroz y no morirse sin empleada cerca. Pero, según dice la Dra. Lourdes Fernández Ruis, en su libro "Genero, Amor, Sexualidad"
Nuestras necesidades emocionales, afectivas, de realización, de comunicación también se articulan en el modo en que intentamos amar así como nuestras capacidades para brindar y recibir afecto, para comunicarnos y aceptar a los demás y ejercer nuestra influencia personal.
Si es así, en las relaciones amorosas se da una trama psicológica compleja y características de los mismos.
¿No es extraño, entonces, la sensación de derrota, de fracaso existencial, de soledad absoluta, culpa y de nulidad/auto-compasión? Si es normal sentir dolor y manifestar psicosomáticamente cuando algo no va bien en nuestras vidas, no se puede decir nada en contra de lo que se puede llegar a sentir cuando una relación finaliza. Sin embargo, lo anormal tendría que ser la capacidad para sentir que a partir de ese fracaso amoroso nuestra vida no merece seguir, que no hay nada bueno ya, que nada nos queda.

Es que las mujeres, más que los hombres (quienes tienen permiso para olvidar más rápido y con cuantas "mujeres-ayuda" necesiten), se ven fusionadas una serie de constructos sociales que se ven reproducidas en la forma en que nos acercamos a esa otra persona para amar. Entre éstos podemos citar el amor romántico que tanto invaden las canciones que me gustan, las novelas, los libros, las historias de los "amigos" de nuestros amig@s.

Marcela Legarde (2001) nos dice que:
En el caso de las mujeres el amor se recibe como mandato cultural, como deber. Las mujeres deben ser amorosas y alcanzar la felicidad por medio del amor. La cultura se ha encargado de colocar el amor como definitorio, central en la identidad de género de las mujeres y fuente de autoestima.
A nosotras nos enseñan a amar desde que somos niñas. Nos inculcan que la meta dorada es encontrar una pareja y formar un hogar... seremos felices mientras podamos conservar a ese ser a nuestro lado y nuestra vida dejará de tener valor si llegamos a perderlo. Todo lo que logremos hasta ese momento es nada comparado con conseguir a ese amor de la vida de una... y la sociedad te lo remarca a cada momento. Si no te haz casado a cierta edad, debes al menos ejercer como una esposa, si no, mínimo novio en puerta. Si tampoco, caramba, algo pasa! Porque algún problema debemos de tener si no hemos aún abandonada la muy, muy, preciada libertad de estar soltera.

Que no se me malentienda. Yo contra el amor no tengo nada, menos con el estar enamorada (que no son sinónimos tampoco). Pero no podemos cifrar todas nuestras metas y objetivos para la auto-realización en otra persona. Seremos felices en la medida en que encontremos en nosotras mismas las fuerzas para serlo, sin necesidad de contar con otro, pero con la plena confianza que si se diera el caso que podemos construir con otra persona un proyecto de vida, esta será nuestro/a compañero/a de camino y no quien se encargará de tomarnos en peso y/o arrastrarnos por él.

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