La fidelidad ¿cosa del pasado?

Hoy he leído un texto del libro de la Dra. Lourdes Fernández Rius. El libro en sí trata sobre la construcción de las identidades de género y su relación con el amor y la forma de vivirlo. Hasta ahí todo va bien. Solo que llegado a un punto, la doctora cuestiona: ¿la infidelidad va resultando algo con lo que es posible convivir e incluso el nutrimento del vínculo amoroso? Creí que ante esta pregunta, la respuesta lógica sería: NO! Pensé... pero me equivoqué.

Según expone la experta:

La infidelidad ya no se asocia necesariamente con la presencia de insatisfacción en la pareja, sino más bien a la búsqueda de emociones, excitaciones, aventuras, variedad o a la estimulación o tonificación de relaciones débiles. (Género, Amor, Sexualidad)

Como siempre pasa, este tipo de argumentación me hace entrar en crisis. Es que para mi la fidelidad constituye un pilar básico en una relación humana, es decir, en cualquiera, mucho más en la amorosa. No digo nada de quien admite dentro de su interacción amorosa una "relación libre" donde se establecen exclusividades y se permite o hasta se induce andar probando con otras parejas y así gozar de independencia y quien sabe qué cosas más. No digo nada, porque si es un acuerdo previo, ambas personas saben en lo que se meten.

Pero si yo entrego, ofrezco, comparto, comulgo, regalo fidelidad y mi exclusividad ¿es muy tonto esperar lo mismo de regreso? Si en una relación busco cariño, ternura, comprensión, compañía, amor y estoy dispuesta a entregarlo, ¿por qué debo admitir la infidelidad? Es que para mi no tiene sentido. Si una persona accede a una relación no-exclusiva, lo que sucede con otras personas deja de ser fidelidad no?

¿Así que la fidelidad empezó a vivir en crisis y en peligro de extinción? Yo no quiero pensarlo así. Será que espero mucho aún del otro ser que me acompañará por un tiempo "x" -indeterminado, pero para mi el amor se paga con amor y el amor tiene que ser fiel y exclusivo.

¿Resulto demasiado inflexible?